Historia de la parroquia

Villarromán es un barrio de expansión de la ciudad de Cuenca, que empezó a edificarse en los años noventa del siglo pasado y que hoy continúa creciendo con nuevas construcciones. Muy pronto se vio la necesidad de atenderlo espiritualmente y, desde la parroquia vecina de San Fernando, en un pequeño local, comenzó a celebrarse la Eucaristía y a atenderse a los fieles. En esta época se compra la imagen de San Román, con ayuda de algunos vecinos.

 

El 24 de octubre de 1997 D. Ramón del Hoyo, obispo de Cuenca, erigió canónicamente la Parroquia de San Román Mártir, estableciendo sus límites con las parroquias de S. Fernando y Ntra. Sra. de la Paz. El 8 de diciembre presidió la eucaristía en el Centro Social del barrio para comunicar a todos que se había creado una nueva parroquia: San Román Mártir. Su primer párroco fue D. Joaquín Novillo Beltrán. En 2007 fue nombrado D. Antonio Fernández Ferrero y en 2015 D. Ildefonso Martínez Martínez.

Desde el primer momento se comenzó a pensar tanto en la comunidad cristiana como en un templo parroquial. Un grupo de laicos se fue uniendo a la catequesis y otras actividades. Así, por un lado, la vida de la comunidad seguía creciendo y, por otro, se aprobó un proyecto arquitectónico de D. Arturo Ballesteros para construir la iglesia. La primera piedra fue colocada el 17 de febrero de 2001 y la construcción, que pudo hacerse gracias a un préstamo bancario, se extendió hasta el año 2003. En el verano de este año ya empezó a utilizarse aun en medio de la precariedad. Desde entonces seguimos devolviendo el crédito, con la ayuda del Obispado de Cuenca, gracias a la generosidad de los fieles.

La comunidad ha seguido creciendo y hoy creemos que San Román es una parroquia más dentro de la ciudad y de la diócesis. Tenemos un deseo de ser parroquia en salida, evangelizadora. Por eso, organizamos Cursos Alpha, Retiros Emaús o Seminario de Vida en el Espíritu Santo, como iniciativas de primer anuncio. En catequesis también hemos introducido el Oratorio de niños, para que tengan una experiencia personal de encuentro con el Señor.